Cuando te has puesto la camiseta del Lega, como futbolista, en mi caso, durante diez años. Cuando tampoco te la quitabas fuera del terreno de juego porque ibas a ver los partidos del primer equipo como aficionado. Cuando has nacido en Leganés… resulta muy difícil hablar en primera persona de algo que no tiene sabor a club, ni a equipo siquiera… porque se trata ya de un sentimiento tatuado allí donde ni el presente ni el futuro pueden entrar a inquietar.
Así que hablaré de algo que posiblemente me emocione más que lo que mi piel… y mis botas de fútbol vivieron. Mi padre. El mismo, al que de puertas hacia fuera, tanto se conoce como el que “le hace fotos al Lega”.
Yo, que aún guardo en la mirada de un niño las cabalgadas de medias caídas de Trobiani; el regate de los regates escorado en banda “la porra Moreno”; las paradas sin explicación de Aguilera; a Dorado como el eterno capitán; a Duque, Luis Ángel, haciendo el pino junto al banquillo para celebrar un gol; a Juanjo Polo, hermano de Jesús, siempre en la sabiduría que da la sombra… poco a poco y empujado por mi profesión he contemplado los últimos logros del C.D Leganés desde un sillón “lejano”, por más que, prometo, he hecho fuerza para darle publicidad al equipo de mi pueblo en cada escaleta y guión de cada programa por el que mis huellas de periodista y presentador iban pasando.
Esa “lejanía” física, sin embargo, no evita situaciones que te hacen latir de otra manera, latir en blanquiazul. Y eso ocurre cuando, acompañado de mi padre, de Mariano, vivo ese escenario en el que de él sale dar alguna foto…. o alguien se le acerca para pedirle alguna foto, ¡¡¡del Lega!!!. Porque hasta hace unos meses, las fotos con las que mi padre tenía detalles con la gente, eran del Real Madrid, del Atleti, del Barça, y poco más. Pero con este Lega de primera… de verdad, ver como se ilusiona alguien por tener una foto de SU equipo, de ese mismo equipo en el que yo crecí, te “toca”. No tanto, quizás… no tanto, igual… no tanto seguro como ver la cara de mi padre cuando echa mano de su “bolso fotográfico” y saca la foto del Lega. ¡¡¡Qué coño del Real Madrid, del Atleti o del Barça!!!. Del Lega. El resultado del gesto es una sonrisa indescriptible, grande como una montaña y unísona entre el que ofrece y el que recibe.
Es entonces y es ahí cuando uno recuerda que en la más absoluta y mínima expresión de la sencillez, la humildad, está la más incuestionable grandeza. Del que no pide, pero se le da. Del que da, sin pedir nada a cambio. Y esa, la de la sencillez, fue siempre la huella que dejó y siguió el Lega para llegar a esta grandeza de hoy. Y fue esa sencillez y humildad la que utilizó un padre, para educar a su hijo.
Javier Callejo. Periodista deportivo de Telemadrid