Lo primero que se me vino a la mente nada más recibir la llamada de Somoslega para hacer la firma invitada fue, “¡cómo demonios voy a ser capaz de transmitir tantas emociones en un simple texto!”

La primera vez que pisé Butarque tenía 19 años. Por aquel entonces jugaba en el filial del Rayo Vallecano SAD. Era un miércoles lluvioso y frío de invierno, y estaba en juego la Copa Federación. Apenas había gente en la tribuna, pero nada más pisar el césped sentí que ese campo tenía algo especial, se respiraba fútbol por los cuatro costados. Seis años después firmaba contrato con ese club del sur de Madrid. Hoy puedo afirmar, sin pestañear ni dudar ni un solo instante, que mis mejores recuerdos como futbolista viajan hacia un mismo lugar, la ciudad de Leganés.

Al llegar allí en verano, parecía que las luces de ese estadio se habían apagado. Parecía un sitio frío, un lugar con historia, pero dormido, sin alma. Sin embargo, dentro de tanta oscuridad, se podían divisar destellos de luz que se movían por el césped y por las entrañas del estadio cada día. Esta mañana he leído una frase que me gustaría compartir con todos vosotros, una frase que ejemplifica a la perfección lo que sucedió aquel verano de 2012: “El secreto está en las ganas”. Todos y cada uno de los que allí aterrizamos (jugadores, cuerpo técnico, utilleros, fisios, encargados del mantenimiento, dirección deportiva…) veníamos de mil sitios distintos, pero con un mismo sello de identidad: la ilusión.

El clima que se formó dentro de ese vestuario, fue más allá de lo deportivo. La sensación que nos queda hoy en día, es que llegamos en julio un grupo de futbolistas y en junio nos despedimos como un grupo de amigos. En mi opinión, lo más bonito de aquel año no fue el play-off, ni todas las victorias conseguidas en casa, ni siquiera mi doblete al Atlético de Madrid, lo más bonito de aquel año fue ver cómo una afición que venía dolida y desilusionada del año anterior se hacía partícipe de esta unión, llenando poco a poco el estadio cada domingo y sobre todo, viendo en los ojos de cada aficionado esa ilusión por saber que algo se estaba cocinando, que algo grande iba a pasar.

Un centro de Carlos Martínez, una rajada de Batres en el vestuario, un enfado de Carlos de la Vega, la ropa de Aicart, Mora tocando la guitarra en calzoncillos, las historias de Cámara, el “arma” de Josete, las risas en los Spots, el camino del hotel al estadio en el partido contra el Lleida, meter un gol en Butarque, meter dos… si alguien es capaz de ayudarme a describir todo esto, que lo haga por mí, porque yo soy incapaz.

Dejando a un lado la melancolía y aparcando la humildad en el parking del olvido, puedo afirmar sin dudar ni un instante, que firmemente creo que cada una de esas “pequeñas” y “absurdas” cosas fueron los cimientos para conseguir un año después el ansiado ascenso a la Liga Adelante.

Ahora corren buenos tiempos, “El Lega” es algo que todo el mundo conoce. Fama en prensa y redes sociales, éxito deportivo, homenajes y premios a la afición, una economía saneada… “El Lega” es algo grande. Y lo es porque se lo merece. Pero esto no es lo importante. Lo importante es que más allá de perderse la esencia de este Club por haber alcanzado el fútbol profesional, se ha ido reforzando, con fichajes de invierno como para un equipo que va líder, dando al Club un salto de calidad que le ha hecho pasar a ser uno de los equipos más deseados por los futbolistas. Esto se “huele” desde fuera, se traspasa por el “boca a boca”, y en un día como hoy sólo puedo decir una cosa como pepinero, y es que estoy orgulloso de formar parte de la historia de este club.

“No quieras entender mi locura si no compartes mi pasión”. Si nunca has pisado Butarque jamás podrás entender este texto de la misma manera que lo hace un pepinero.

Un pepinero adoptado.

¡Forza Lega!

Roberto Pérez. Ex futbolista del C.D. Leganés y colaborador de «El Chiringuito de Jugones».