
Al final queda lo del gin-tonic. Como anécdota está sabrosa, que diría Javier Aguirre, pero detrás de esa ginebra y esa tónica hay mucho más. Me detengo antes de llegar a la dichosa frase durante la rueda de prensa, en un instante del final del partido ante el Espanyol. El técnico mexicano fue a saludar cordialmente a su homólogo Pablo Machín y entre tanto Javi López, el jugador perico, le pegó un abrazo con nostalgia. Coincidieron dos años en Cornellà, la situación era parecida y le salvó. Entonces entendí aún más la fuerza del ‘vasco’.
Sus exóticos proyectos de fin de carrera y el juicio reciente -del que ha salido absuelto- habían alejado del foco a un Javier Aguirre que está demostrando más vigencia que nunca para la Primera División española. Burbujea más que ese gin-tonic que fue la clave de todo la noche antes del partido. El equipo estuvo sólido en defensa, Omeruo volvió a su cauce y la aparición de Kevin Rodrigues se ha convertido en una bendición para el Lega. A todo eso se le sumó un gran Roque y otro jugador que se ha ganado el premio al trabajador del mes: el danés Martin Braithwaite.
Una fiesta completa antes de Navidad que era impensable hace tanto solo mes y medio. Aguirre ha tocado muy pocos automatismos de los que tenía Pellegrino, salvo la presencia de Kevin y la apuesta decidida por En-Nesyri, pero ha inyectado sangre en una plantilla cuyo talento ya está dando resultados. Siete de nueve, a dos del descenso e interesantes expectativas. Lo dicho, inmejorable para la que caía en noviembre.
Este Lega ya ha despegado el vuelo. La victoria de ayer no pudo estar mejor diseñada. Un gol en cada parte, sin concesiones al rival, recuperando la fuerza de Butarque y encadenando cuatro partidos sin perder, algo que no ocurría desde el pasado mes de abril. Algo se ha recuperado en el Lega y no son los gin-tonic porque en la cafetería siguen sin venderlos; me da que es la ilusión que ha desatado ‘el poder del vasco’.