Quejarse si eres del Lega resulta un axioma inaceptable. Es como votar al PP viviendo en Vallecas o ir a un Burguer y pedir una ensalada. Una relación desimantada de quien acostumbra a ganar, o quien eleva las expectativas por encima de la razón. Mirando la tabla, cuesta mucho quejarse. El Lega es octavo, tiene 28 puntos y –sin hacer ruido- ya ha andado la mitad del camino para la salvación, el único y verdadero objetivo de este equipo.
Este ansiolítico en forma de palabras, no servía de nada a las siete de la tarde del pasado domingo. El empate ante el Oviedo (1-1) no deja de ser un resultado admisible para el aficionado pepinero que, sin embargo, se fue a casa frustrado por la capitulación de sus muchachos. El gol del Oviedo se veía venir a la legua. Apuesta pobre por el contraataque y balones sin criterio a un desacertado Borja Lázaro. Paso atrás y… a “esperar que nos empaten”.
Son palabras de Omar Ramos, que se quedó bien a gusto en zona mixta. “Cuando vamos ganando nos metemos atrás y no sabemos a qué jugar”. El Lega se deshilachó en el centro del campo y Garitano, en vez de continuidad y posesión, se decidió por el músculo. La pelota fue carbayona y la realidad es que pudo haber pasado de todo. Sastre malogró un mano a mano y Szymanowski se encogió ante Esteban. El Oviedo pasó el algodón a un Lega que avanza despacio, pero avanza. Quejarse es fácil con los ojos cerrados.