“El equipo ha tenido dos caras”, dijo Asier en rueda de prensa después de la primera derrota de la historia en La Liga, en Primera. La buena, la de la segunda parte, es la que debió ser la única, aunque, como prosiguió el míster pepinero, “nunca es fácil jugar fuera de casa”. Salí de El Molinón con la sensación de que el empate no hubiera sido ni mucho menos imposible, señal de que la reacción del equipo fue buena. Pudo ser mejor, porque de haberlo conseguido estaríamos hablando de un Leganés todavía invicto.
Ninguno de los dos equipos era plato de buen gusto para el otro después de un comienzo paralelo, ambos invictos. Pero el planteamiento del partido sólo supo llevarlo a cabo el Sporting. Imprimieron intensidad, buscaron un gol rápido que rompiera los esquemas de los pepineros, y encontraron la velocidad y la conexión necesaria para generar ocasiones, traducido en errores forzados en el Leganés. Errores que costaron caro, y que no cometió el Sporting en la segunda mitad. Fue la diferencia para llevarse el partido, a pesar de una buena noticia: el regreso de Omar Ramos. Y sí, es una derrota que duele más que si hubiera sido contra Celta y Atlético, por aquello de que quizá el Sporting, perdonadme las cábalas, termine siendo un rival de ‘tú’ liga.
En el horizonte ya se ve al Barcelona. Un Barça con el cuchillo entre los dientes después de perder contra el Alavés, quien rompió uno de esos imposibles implantado en el imaginario social: ganar en el Camp Nou. No es buena noticia que lleguen con una derrota bajo el brazo, aunque, seamos sinceros, que llegue el Barcelona a Butarque siempre es buena noticia. Y, pase lo que pase, toca disfrutarlo.
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