
Otro golpe más. Otra caída y no es cuestión de ser negativo. Es cuestión de sensaciones. Seguramente el pasado sábado a las 15.00 de la tarde todo pepinero volvió a agachar la cabeza pensando que la imagen del equipo no estuvo a la altura, otra vez, de esta Primera División.
Parece que se acaban las excusas, ya no podemos culpar al VAR, ni hablar de que el entrenador no debería seguir, ni hablar de la posibilidad de fichar a nadie, porque ya no vale de nada lamentarse. Toca mirar hacia lo que viene, pero sinceramente es difícil poder confiar viendo la doble cara de este equipo. Estamos inmersos en una montaña rusa que parece no tener fin, cómo puede ser que el equipo cambie tanto cuando juega con su gente a cuando juega lejos de Butarque.
Todos podemos entender un mal partido, y más sabiendo que lejos de tu gente puedes sufrir más de lo habitual. Pero en Leganés no se negocia el esfuerzo, no se negocia no dejarse el alma sobre el césped. Sea en Butarque o sea en China… bueno Arabia que está muy de moda.
No es casualidad que el equipo esté en descenso o que incluso no haya ganado ningún partido lejos de Butaque. Aun hay razones para creer pero me toca escribir este blog y decir lo que siento… y tristemente siento que mi equipo no es capaz de ganar a nadie fuera de casa y eso, desgraciadamente, me hace pensar que será muy difícil levantar esta situación.
Ojalá me equivoque. Ojalá alguien me recuerde estas líneas en el mes de mayo, pero lo cierto es que la brecha de Omeruo y Ruibal se queda en nada si la comparamos con la brecha que sentí el sábado con la derrota.