
Es fundamental. En un club como el Leganés es vital cambiar la mentalidad para seguir creciendo. Del trabajo y dedicación nadie duda. Del logro de seguir luchando jornada a jornada entre los mejores de España, tampoco. ¿Quién no hubiera firmado estar a estas alturas de la temporada en la situación actual?, pero está muy claro que hay que dar un paso al frente.
Hay que creer. Recuerdo cuando llegó Asier Garitano a Leganés. En la mente se tenían los ‘fracasos’ en los playoff. Había ilusión pero en el fondo aparecía siempre una voz que recordaba las derrotas y los fiascos y que hacía creer que el Lega volvería a caer. Había una mentalidad derrotista. Finalmente se logró el objetivo. Hubo decisiones impopulares como el cambio de horario en los playoff, restricción de recibimientos y agasajos hacia los jugadores pero se logró el objetivo. El discurso del entrenador empezó a calar y Leganés comenzó a creer.
En Segunda pasó algo similar. El primer año hubo un momento en el que se pudo dar el salto para estar con los mejores y no se agarró nadie a esa oportunidad. Salvar la categoría fue suficiente. Al año siguiente el discurso cambió. El objetivo volvía a ser la salvación pero se miraba hacia arriba sin ningún miedo. La plantilla creyó y por consiguiente hicieron creer a los rivales que el Leganés no era el último de la clase. Que el Leganés era un alumno con ganas de aprender, crecer y reivindicarse. Ahí empezó a cambiar la mentalidad de los pepineros.
En Primera se necesita lo mismo. No hay más. Si el Leganés quiere seguir creciendo debe exigirse un poco más cada temporada. Salvar la categoría todas los años es un objetivo que debe ser valorado al máximo. Sin duda. Pero el Club y la afición están en Primera por méritos propios. Y hay que hacer creer a todo el mundo. Hay que ofrecer exigencia. Exigencia sin olvidar los orígenes pero al fin y al cabo, exigencia. Esa exigencia será la que proyectes también a tus rivales. No se trata solo de los jugadores y del cuerpo técnico. Se trata de todo el club.