En política, la expresión brotes verdes se emplea con frecuencia para indicar que un país sumergido en una crisis económica comienza a dar síntomas de recuperación. Extrapolado al deporte rey; aquellos equipos de fútbol que, en mitad de un periodo de dudas, encuentran un motivo para soñar con un futuro mejor.
Siempre he pensado que la mejor manera de crecer es a través del buen juego. No hay otra manera. Solo creyendo en el fútbol que quieres desplegar, sintiéndote poderoso y convencido de que haces bien las cosas sobre el verde, puedes hacer crecer a los jugadores.
Llevamos toda la temporada buscando puntos de inflexión, brotes verdes y motivos que sirvan de catapulta para la ilusión. No nos quedan excusas que no hayamos puesto en la balanza, ni razón para el optimismo, por minúscula que sea, a la que no hayamos dado foco, aunque sea a costa de sobredimensionarla. Y nada. No ha habido manera. Nos sigue constando un mundo escapar de los puestos peligrosos.
En el Lega ese brote verde, ese clavo al que yo particularmente me agarro, tiene nombre y apellidos: José Luis García del Pozo, ‘Recio’. Parece que un jugador es poco para agarrarse a un cambio de aire pero, créanme, este equipo lo va a notar. Ya lo está notando, de hecho. Es un jugador muy competitivo, con un sentido táctico cuasi perfecto. El despliegue físico es un añadido para liberar a un Rubén Pérez que no está pasando por sus mejores momentos. Apunten esa pareja de mediocentros, porque terminará siendo fija y serán los dueños de la sala de máquinas de un buen Leganés.
Recio es ese punto de calidad que nos faltaba en la media. Referente