Un 13 de diciembre de 1931, Renato Cesarini marcaba el 3-2 en el minuto 90 de un partido que disputaban Italia e Hungría. A partir de ese momento el jugador ítalo-argentino se hizo un asiduo en lograr goles en las postrimerías de los partidos. Ese hábito que tuvo durante su etapa en la Juventus llevó a la prensa italiana a acuñar esos minutos finales como la zona Cesarini. La misma que el Lega ha merodeado con resultado dispar en sus dos últimos partidos ligueros como local frente a Albacete Balompié (3-2) y Girona FC (2-2).
Esos minutos con aroma italiano a veces llegan para bien, como ocurrió en el partido frente a los albaceteños o para mal, como ocurrió en el partido frente a los gerundenses. La diferencia estuvo en que frente a los rojiblancos no era el Leganés quién debía jugar con la fe de hacer un gol que les pudiera dar en los minutos finales el botín de los puntos. El sábado se debió manejar la renta de dos goles que había en el luminoso y sin embargo ese estado de ánimo y seguridad en el que se encuentran los jugadores les hizo intentar finalizar con demasiada urgencia los contrataques. Las posesiones ya no eran largas y las pérdidas de balón avivaron a un cuadro catalán que a base de balones aéreos ganaba metros para acercarse a la meta defendida por Jon Ander.
Dejando a un lado si el gol del empate marcado por Jairo Morillas fue con el tiempo cumplido o si hubo falta previa de Jaime Mata a Unai Bustinza, la manera de gestionar esos minutos finales es la que diferencia el míster pepinero entre saber jugar y saber competir. Recientemente os contaba que el mayor objetivo del entrenador de Bergara es lograr ser siempre competitivos. Él conoce perfectamente lo que puede llegar a ofrecer esta plantilla pero también sabe que si sus pupilos logran hacerse fuertes en este tipo de situaciones, serán mucho mejores. No cabe duda, que en el buen camino están, pero este partido debe servir de aprendizaje tanto para la plantilla, como por qué no decirlo, para una afición que nunca debería vender la piel del oso antes de cazarlo.
Precisamente al término del partido, con esa mezcolanza de sensaciones, le comentaba a varios compañeros de butaca que recordaran como el año pasado también nos golpeó la zona Cesarini en varias ocasiones. A bote pronto les recordé, que precisamente en Butarque contra el mismo rival, Fran Sandaza en el minuto 91 logró dar la vuelta al tempranero gol de Mantovani. Pero es que los dichosos minutos italianos no se quedaron ahí y una semana después, esta vez en Anduva ante el Mirandés, César Caneda en el minuto 89 lograba dar la victoria a su equipo. Y podría seguir, ¿os acordáis cómo Carlos Castro en el minuto 92, dio la victoria al Sporting tras el gol de Aguirre?
Sin embargo en este último año, no siempre hemos sido golpeados por esa horquilla de tiempo de marcado acento azzurro. ¿Quién no recuerda ese maravilloso gol de Fernando Velasco en el minuto 89 ante el Betis?, ¿y ese gol del guaje Carlos Álvarez en el 87, que mantuvo viva la ilusión de la Copa contra el Numancia?, ¿y ese gol de Álvaro García en el minuto 91 que permitió conseguir un punto frente al Racing, equipo que volvió a ser sacudido como local con un gol de Chuli en el minuto 93?.
En definitiva, lo importante es que estas situaciones sirvan para seguir creciendo y que logren ayudar a fortalecer los mecanismos del equipo. Esta plantilla transmite una gran madurez como equipo, destellos de gran calidad y cada día se ve un bloque más seguro en todas las decisiones que se toman sobre el terreno de juego, pero no perdamos la humildad nunca. Si llegamos a perder la humildad, ya no seremos el Lega. El halago en exceso, debilita y, en su justa medida, motiva.
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