Lo que más se merece la afición, su Lega y el mismo Garitano es un hundimiento decente

El domingo es el día en el que el ciudadano medio utiliza para descansar o, en su defecto, intenta cumplir aquellas tareas pendientes que se ha dejado a lo largo de la semana. En los términos deportivos, el domingo es el día de los grandes eventos, carreras y partidazos-si al señor Tebas no le da por ensañar su empeño en fechas y horarios para los extranjeros y no para los aficionados-. Sin embargo, este domingo no será uno cualquiera para la afición del CD Leganés. La afición pepinera acompañará el sábado a las 21:00 horas a su equipo ante el Tenerife en una situación crítica. El equipo madrileño está en descenso, dos puestos por debajo de una permanencia que tan solo se encuentra a un punto y ha encajado quince goles en once partidos. Además, el duelo del sábado aparenta ser la última vida que le queda a Asier Garitano en el banquillo de su Leganés.
El partido ante el Valladolid de hace apenas seis días dejó uno de los ambientes más hostiles que recuerdo en mis visitas a Butarque. Hubo pitos a Asier en la megafonía, pitos en los cambios, pitos a los jugadores y aplausos con cualquier síntoma de entrega de los jóvenes como Naim García. Los pitos son algo que es legítimo y que entra dentro del derecho de un aficionado cuando paga su entrada y espera el 100% de los jugadores de su equipo. Es una actitud que perfectamente se puede repetir en la visita del Tenerife a Madrid, pero quizás-a juicio de un servidor-es lo que menos ayuda. Quizás los silbidos del partido pasado se deben a un cúmulo de desgracias que acumula el hincha pepinero desde hace mucho tiempo.
Está claro que la temporada pasada más de un buen rapapolvo de descontento habría experimentado el Leganés de Martí o incluso aquel Leganés de Aguirre con el error de Awaziem frente al Valladolid, que hundía al Lega en su carrera por la salvación hace dos temporadas. La dinámica actual del equipo blanquiazul no es buena y no es de extrañar que puedan producirse errores y desajustes que provoquen un pequeño infarto en el hincha. Mucha gente aboga por respetar la figura de Asier, pero quizás al aficionado pepinero hay que recordarle que no pudo aplaudir el penalti de Rubén Pérez ante el Valencia, que no pudo desplazarse al duelo directo en Mallorca, que no vio otro asalto a San Mamés y que no pudo participar en olla a presión que hubiera sido Butarque frente al Real Madrid. Desde la vuelta del público a los estadios, la afición pepinera no ha vivido alegrías. Se ha embarrado en una decepción constante envuelta en unas expectativas que nunca se han cumplido. Y en medio de todo se encuentra Asier, el hijo adoptivo de la ciudad, el que puso a Leganés en el mapa del fútbol español y el que volvió para dar ilusión a un equipo sin rumbo. Su barco cada vez está más lleno de agua, pero quizás lo que más se merece la afición, su Lega y el mismo Garitano es un hundimiento decente.
Un hundimiento que acabará con el entrenador, que dejará señalados a jugadores y que tendrá que reconstruirse desde la base para salir a flote y afrontar el oleaje de la temporada. El domingo no será uno cualquiera por todo lo negativo que puede ocurrir en el sur de Madrid. Por ello, el jugador número doce debe marcharse satisfecho tras pasar la tormenta. Una tormenta en la que, si se gana o se pierde, no dejará un domingo cualquiera.