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an sido semanas muy duras para todos los aficionados pepineros. Allá donde uno iba, se encontraba a alguien que te daba un pésame que muchos ya habían interiorizado. Venía a decir que estas cuatro temporadas que habíamos estado, por méritos propios, en la máxima categoría del fútbol español tocaban a su fin, que de las tres plazas que se rifan para descender, una ya era cosa del Lega. Eso dolía, y más siendo diciembre, con seis meses de competición por delante.

En mi caso fui muy crítico con el equipo. Cuando se señala a una plantilla anclada en la última posición de la liga a pesar de tener talento y calidad para estar más arriba no se hacía desde la posición ventajista. Si la continuidad de este proyecto estaba marcada por apostar por los mismos jugadores la ecuación se resolvía por sí sola: adaptación solventada, salvación holgada y un techo hacia el que crecer. De momento sólo podemos perserverar en la segunda y tercera premisa, la de ir hacia arriba después de abandonar el farolillo rojo tras la victoria ante el Celta de ayer y volver al reto de evitar los puestos de descenso, como los tres años anteriores.

Los primeros 55 minutos del Leganés evocaron tiempos mejores. Con un Óscar Rodríguez letal desde el perímetro del área, una defensa sólida con Awaziem y Tarín haciendo olvidar a Omeruo y Siovas y un derroche físico de En-Nesyri y Braithwaite en la salida de balón del equipo gallego. Tampoco quiero olvidarme de mi denostado Bustinza como lateral derecho. El capitán ejerció como tal y la intensidad con la que juega cada segundo salvó al Lega de más de un susto. Además tuvo en su cabeza el premio del gol, pero Rubén Blanco lo desbarató.

Luego vinieron las prisas, las de un equipo con miedo al que le va a costar quitarse ese nerviosismo que hace que le tiemblen las canillas y que es incapaz de salvaguardar la portería de Cuéllar sin que éste tenga que recoger un balón del fondo de las redes cada partido. Aun así, y como dijo el técnico mexicano en la rueda de prensa previa al partido «nos urgen los puntos ya… esa es la realidad» y no falló un Javier Aguirre que le ha dado mucha vida a un equipo al que muchos daban por muerto.