L
a imagen de ayer tiene que hacer recapacitar a mucha gente. Era el partido más importante de la historia reciente del Leganés desde el jugado en Miranda de Ebro y pocos o ninguno de los jugadores blanquiazules llegaron al tono que se les exige. Muchos han perdido la expresividad en el campo y centro esta afirmación en Gabriel Appelt Pires. Una revelación el año pasado, un fantasista del balón, un chaval que estaba volviendo a disfrutar del fútbol. Hoy es una sombra de lo que era unos meses antes. Perdido en la conducción y el regate, el equipo necesita de su frescura mental para dar ese pase o prolongar ese balón que haga de bisagra entre la defensa y el ataque. El director de la banda, Asier Garitano, no da con la tecla para hacer que la orquesta vuelva a sonar con la armonía que lo había hecho hasta ahora y ya se han oído los primeros mensajes discordantes de su gestión.La señalada grada también alzó la voz. El coro de Butarque, no falló, como rezó su pancarta, volviendo a animar como siempre y a aguantar pacientemente a unos jugadores que finalizado el partido ganaron el centro del campo en pos de la redención de su afición en forma de aplauso pero que la misma no les respondió tras el bochornoso espectáculo que hizo que los gijoneses se llevaran los tres puntos con dos chispazos de Burgui, un jugador también defenestrado en Mareo y que pudo acabar aquí en el pasado mercado invernal. Ese fue el grito en el cielo, el que un rival directo, con nada, te vuelva a ganar en casa, donde sólo Osasuna ha sido bailado por los pepineros.
La tristeza con la que muchos abandonaron el Municipal Butarque ayer fue latente. Peor aun fue la de los jugadores fueron desfilando por el pasillo camino de vuelta a casa sin nada que decir. Ninguno se dirigió a los medios por voluntad propia para pedir disculpas o mandar un mensaje de ánimo en un día que lo requería. Los portavoces elegidos fueron Bustinza, Guerrero y Garitano, quienes transmitieron tranquilidad y unidad de su viva voz. Otro prefirieron usar las redes sociales, donde el Leganés no pone coto y los caracteres llenan ese vacío que contenta al aficionado de turno. Nadie alzó la voz, todo lo contrario a la orquesta del Titanic, la que según cuenta las crónicas se puso a tocar mientras el transatlántico se hundía para tranquilizar a los tripulantes, los mismos que hoy ven al Leganés sumirse en lo más profundo de la clasificación a su equipo.