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Un visitante inesperado

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a para libro gordo la historia reciente del CD Leganés cuando juega como visitante lejos del dulce hogar de Butarque. La última década nos ha dejado de todo: desde derrotas humillantes a proezas mayúsculas. En Segunda «B» casi siempre portábamos la etiqueta de club histórico y poderoso que visitaba una población pequeña que se sentía como David contra Goliat cuando nos derrotaba. La maldición de las islas, el viaje en autobús o las condiciones del terreno de juego eran muchas de las escusas que escuchábamos de vuelta tras llevarnos un varapalo y en pocas ocasiones unos tres puntos que siempre, temporada tras temporada, se resistían en las primeras jornadas.

Con la vuelta a la Segunda División la tendencia no cambió. Sabadell y Numancia nos regalaban una victoria en el mes de diciembre que anticipaba a la Navidad en las campañas que disputamos en la División de Plata. A partir de ahí el equipo de Asier Garitano se quitaba un peso de encima y llegaban las tardes y noches de gloria que la afición desplazada no borrará nunca de sus retinas: Benito Villamarín, El Arcangel, Carlos Tartiere, Anduva… Fue un periodo breve que alimentó la esperanza del aficionado pepinero para cargar a sus espaldas cientos de kilómetros y reservarle algo más que un aplauso de los jugadores al finalizar el partido.

Todo cambió al llegar a Primera División. Celta y Espanyol probaron un Leganés que sorprendía, saltándose el guion previamente escrito, arrebatando los tres puntos a su rival en su estreno como visitante en las dos últimas ligas. Eso empezó a provocar el respeto de unos equipos que trataban a los pepineros como un bálsamo en su estadio y al que el aficionado, más por nombre que por juego, siempre veía una «victoria clara y goleada» antes de que empezara a rodar el balón. No hemos sido capaces de dar más sustos que el realizado con el asalto al Santiago Bernabéu en la pasada edición de la Copa del Rey pero Sevilla, Real Sociedad, Athletic Club y Valencia, el último en sumarse a esta lista, ya han sentido el sabor agridulce de no ser capaz de ganar a los blanquiazules un partido en la élite como local.

Esta campaña llevamos tres desaires importantes donde el equipo no termina de cerrar los partidos en los minutos finales que nos han costado cuatro puntos: el gol de Muniain, el de Loren y el último de Gayà. No quiero dejar de lado que los planteamientos no fueron buenos. Tanto en esos tres campos como en Ipurua o el Santiago Bernabéu el conjunto de Mauricio Pellegrino ofreció una imagen muy pobre durante muchos minutos, indigna de un equipo de la categoría a la que pertenece. De momento el Leganés sigue siendo el peor visitante de la categoría, pero después de cuatro derrotas, el primer punto hace volver a creer en que para poder correr, primero se necesita dar ese pequeño paso de impulso. El Levante espera a un visitante inesperado, el de un club que busca sumar sus primeros tres puntos como foráneo y eludir poco a poco los puestos de descenso.