El Leganés afronta la trigésima jornada de Liga Adelante visitando Montilivi el domingo a las 17:00 después de caer tras un año invicto en casa, jugando ante uno de los pocos equipos que consiguió llevarse los tres puntos de Butarque el pasado año.
Por Xevi Masachs | Periodista de l’Esportiu de Catalunya
Tras el mazazo del pasado curso y una dura penitencia, el Girona aspira a colarse entre los mejores
No era fácil digerir el tremendo golpe que se llevó el Girona con el cruel desenlace de la mejor temporada de su historia. Aquel gol de Pablo Caballero en el descuento del último partido, cuando Girona se veía ya en Primera División, quedará para muchos años en la memoria de los gerundenses. La semana trágica en Montilivi se culminó una semana después, con la imprevisible remontada del Zaragoza en el play-off (1-4) que supuso el fin del sueño. O de la pesadilla. El Girona había tocado el cielo, y levantarse era misión complicada. No ayudó para nada el irregular comienzo de temporada, especialmente en Montilivi, donde el maleficio parecía no tener fin. Los de Pablo Machín, con el mismo sistema y bloque que brilló el curso anterior pero sin algunas piezas clave, tuvo muchos problemas durante la primera vuelta y llegó al paréntesis navideño con un gol salvador de Kiko Olivas que les evitó caer en zona de descenso.
Acercarse al nivel de la temporada anterior se antojaba casi imposible, pero el Girona tampoco estaba hecho y pensado para sufrir. Con unos propietarios llegados en verano y un proyecto ideado por Pere Guardiola, el club ha hecho un salto, ha puesto orden en lo económico y ha aumentado la capacidad para confeccionar la plantilla. Sin ir más lejos, tuvo margen en invierno para corregir el déficit goleador con la llegada de dos delanteros, Dejan Lekic y Cristian Herrera. Sin querer marcarse grandes retos a corto plazo, el proyecto es ambicioso. La permanencia es el objetivo de mínimos, pero da la sensació que se quedaría en poco. Y tras la aceleración del equipo en 2016, hay tiempo para ambicionar el play-off. El equipo, competitivo casi siempre, no ha perdido nunca por más de un gol y dio su peor versión precisamente en Butarque, donde empató con una dosis altísima de fortuna (2-2). Con el 3-5-2 bien definido, destaca la solvencia atrás, con Kiko Olivas, Alcalá y Lejeune rindiendo a un alto nivel. La ausencia más delicada está en el centro del campo, a raíz de la lesión de Pere Pons, clave en el equilibrio del equipo. En los carriles, hay otro contratiempo, ya que Aday Benítez, comodín en ambos lados, también está lesionado.
La derrota en Almería, muy engañosa, cortó su mejor racha (8 jornadas sin perder, con 18 puntos de 24), justo cuando veía de más cerca la zona de play-off. Sin embargo, el equipo se lo cree y tiene tres exámenes exigentes (Leganés, Zaragoza, Osasuna) que aspira a superar. Si lo consigue, se podrá considerar un candidato serio. Y no sería la primera vez que el que viene desde detrás sorprende a quien lucha por el ascenso directo y se tiene que conformar con el play-off.