Por Javier Ramonell, redactor de RCDM.es
La imprevisibilidad de la calma. La situación en la tabla que la temporada pasada tenía el Mallorca no dista mucho de la actual. La diferencia sustancial es que, el año pasado, la clasificación estaba mucho más apretada y eso daba lugar a que afición, equipo y prensa local, mantuvieran falsas esperanzas de alcanzar el play-off y tal vez, subir a Primera. Mucho quedaba por aprender aún a los bermellones. Muchas lecciones debían superar aún para hacerse merecedores de algo más en la Categoría de Plata. Desde aquellos meses, el equipo isleño parece haber aprendido la mitad del temario necesario para optar a algo, no esta temporada pero tal vez la próxima, o la siguiente… Durante gran parte de la temporada, se ha escuchado aquello de que, por equipo, presupuesto e historia, el Mallorca era candidato al ascenso. Pero claro, mirando a la competencia… ¿Quién niega al resto de equipos su derecho a luchar por el sueño de la Liga BBVA? La Segunda División del fútbol español es, sin lugar a dudas, más limpia y trasparente que la Primera. Aquí sí hay premio a quien más sueña, a quien más lucha, es más justa y eso seguramente ha llevado a los bermellones a su lugar actual.
La llegada de Vázquez hace pocas jornadas, puso a cada uno en su lugar. Aún con posibilidades de engancharse al Play-off y con una plantilla renovada en el mercado de invierno con grandes jugadores de la categoría: Ortuño, Lago Junior,… el gallego, quiso dejar claro que el objetivo del equipo era la permanencia. Incluso tras debutar con la primera victoria fuera de casa se mantuvo en sus trece. Y en ese punto estamos ahora. Con una afición, un equipo y una prensa realista, capaz de ver con tranquilidad y calma cómo su equipo lucha por la permanencia. Sin prisa pero sin pausa porque solo tres puntos y el golaveraje separan al Mallorca del descenso. Los rojillos se aferran a esos puntos, y al hecho de haber metido al Huesca y a la Ponferradina en sus problemas, para poder decir que están en el buen camino. Se trata de jugar minuto a minuto para ver que cada punto es importante y, sobre todo, cada cosa positiva que puedes sacar en comparación a lo que hace tu rival. Lo bermellones contemporizan y ven como positivo todo aquello que les ubica mejor que al resto de los mediocres (por duro que suene). Con esa tranquilidad, el equipo es capaz de alternar minutos de juego brillantes con otros horrorosos. En parte es un juego con un punto psicológico, casi psicótico, que hace que en un mismo partido el rival pase de verse contra las cuerdas a verse vencedor, y viceversa, sin saber al terminar el partido cómo se ha ganado o se ha perdido.
Y así espera el equipo al líder, “el Lega”, los locales no renuncian a nada antes del partido y, llegado el momento, miden las posibilidades del día. Es como ver fluctuar la Bolsa. De un minuto a otro el equipo se revaloriza para luego caer enteros sin saber cómo será la cotización real al final del día. Con esa tranquilidad en plena tempestad espera el Mallorca a que la temporada finalice manteniendo la categoría. Para que vuelva el verano y para que, con una directiva esta vez sí, estable y con cabeza, se pueda recomenzar. Aunque no de nuevo. No de nuevo porque parece que hay ya un proyecto con cabeza desde que se ficho en invierno pero sí para apuntalar lo comenzado y poder empezar, no a soñar, sino a disfrutar de competir en Liga Adelante y ya más adelante marcarse los objetivos reales.