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Segundas partes nunca fueron buenas

La segunda etapa de Asier al frente del equipo ha sido decepcionante, pero su legado es eterno.

“Asier ya no está”. Esa frase que muchos pronunciábamos hace tres años cuando el técnico que nos lo dio todo dejó el club y que, ahora, podemos volver a pronunciar. Recuerdo aquel día en Butarque como si fuera ayer. La victoria ante el Betis por 3-2 importaba poco. El equipo estaba en Primera División, salvado, y se marchaban el comandante y el capitán del barco. Se iban Mantovani y Garitano y el estadio se preparaba para un homenaje y un final de viaje que, en realidad, nadie quería que llegase.

La temporada pasada volvió con el claro objetivo de un ascenso que no pudo ser. Todos en Leganés tiramos de nostalgia y de ilusión para recibir al hijo adoptivo de la ciudad, al héroe que tanto nos había dado. Llegó y el equipo mejoró, pero no lo suficiente como para ascender. Esta temporada se afrontaba con la misma ambición, la que él mismo nos inculcó cuando ni siquiera teníamos derecho a soñar con algo tan grande: estar en Primera División, llegar a semifinales de Copa, ganar al Madrid, al Barça… La ambición de volver a ascender esta misma campaña era realista si miramos a la plantilla, pero los nombres propios no ganan partidos y el Lega lo está comprobando por las malas.

La segunda etapa de Asier en Leganés ha sido algo parecido a volver a jugar a nuestro videojuego favorito de la infancia. Te lo encuentras, le limpias el polvo, enciendes tu vieja videoconsola con toda la ilusión del mundo y pronto te das cuenta de que nada es igual, que aquella época pasó, que la disfrutaste, pero que nada volverá a ser como antes. Después de jugar un poco, vuelves a dejarlo en el baúl de los recuerdos, decepcionado por no haber sentido lo mismo que sentías de pequeño. Con Asier ha pasado algo parecido. Todos nos ilusionamos con su regreso y no estábamos del todo preparados para cualquier tipo de fracaso. No contábamos que, la mayoría de las veces, segundas partes no son buenas.

Cuesta mucho creer que haya aficionados que celebren la marcha de Garitano. Era necesario un cambio, eso es evidente, pero no entiendo el motivo de celebración de unos pocos. Aunque sepas que quizás sea la mejor opción a pesar de no ser el mayor culpable de lo que esta pasando, el despido de una leyenda debería ser amargo para todos los aficionados de verdad.

Antes éramos cuatro locos siguiendo al equipo y ahora somos miles. Esto también es parte de la obra de Asier, de su legado. Nos enseñó que, desde la humildad, los sueños se pueden cumplir. Y aunque su segunda etapa haya sido tremendamente decepcionante, un pepinero de verdad nunca le pondrá un “pero” a la leyenda de Garitano. Él fue el que puso a Leganés en el mapa y todo lo que consiguió es mucho más grande que todos los males actuales. Por eso hay que gritar una vez más “Gracias, Asier”. Porque no hay segunda etapa que nuble lo más mínimo su legado.