Después de ganar en Eibar su tercer partido consecutivo en liga y acumular 9 puntos de 12, el conjunto de Borja Jiménez fue líder de la categoría hasta la victoria del Zaragoza.

Las últimas dos temporadas del Leganés son comparables a ir andando a través de una niebla que no te deja ver a más de dos palmos de distancia. Una niebla que se va haciendo cada vez más densa a medida que crecen las dudas y los malos resultados. Se hace más y más densa cuando ves que el equipo que acabó tercero en la 20-21 está irreconocible y no hace más que tropezarse con su propio paso una y otra vez. Miras al frente y no solo ves un futuro nublado e incierto, nada esperanzador. Miras hacia abajo y contemplas con preocupación esos puestos de descenso que tan cerca han estado en más de una ocasión.
Ver al Lega líder de Segunda División, aunque solo sea por un par de horas, ayuda a ver la luz al final del túnel. Pero no solo es ese dato cuantitativo, sino que son sensaciones y actitudes que invitan al optimismo. La esperanza llega a partir de un equipo que conoce el barro, que es generoso en el esfuerzo, que se deja el alma en el césped, que sabe sufrir, que celebra cada victoria como si fuera la última y que se cree la palabra de su entrenador. Un entrenador que llegó con un perfil bajo y que está sabiendo gestionar los partidos a las mil maravillas para dirigir con precisión ese viento que está ayudando a empezar a despejar la niebla. Dirige a un equipo que, en estas cuatro jornadas, ha demostrado tener los valores que ha tenido siempre el club en cuanto a humildad y trabajo.
En un momento dado de 2016, un Leganés que no estaba construido para ascender, terminó la jornada en ascenso directo. Según fueron pasando los partidos, tan solo pensar en que se pudiera conseguir era una locura. Cuando se plantó como líder durante tantas jornadas, se supo que iban en serio. Ahora mismo, solo estamos a principio de temporada y sabemos que esto es largo. Sin embargo, nadie esperaba un inicio así, al igual que nadie esperaba ascender en 2016. Solo el tiempo dirá si el pepinero puede tener de nuevo un pensamiento realista con la pregunta de «¿y si lo logramos?». Las expectativas seguirán siendo bajas porque primero hay que llegar a 50 puntos. Cuanto antes se llegue a esa cifra, antes se podrá soñar con algo más.